Hoy llueve, no me gusta la lluvia.
Si me hubieras preguntado hace un año si me gustaba, te hubiera contestado con una sonrisa de oreja a oreja que me encantaba. Ahora ya no.
Mi amor por la lluvia empezó durante el puente de la Constitución (diciembre) de 1999, uno de esos días mis padres decidieron ir a pasar un día a Andorra (lo de ir a pasar un día es un eufemismo para comprar, comprar y comprar).
En 1999 yo tenía 12 añitos (Facu me lo ha calculado, así practica para sus exámenes de mates) y era una adolescente rara, aunque sí me gustaba el maquillaje y los zapatos (espera, siguen gustándome el maquillaje y los zapatos, creo que eso me hace más mujer que adolescente, obviemos el comentario) yo por lo que realmente sentía obsesión era por Matrix, esa peli de ciencia ficción que se había estrenado el 25 de Junio, ya me sabía el guión de memoria (que teníamos unos bonos de 15 horas de internet al mes y yo las pasaba buscando el guión de Matrix y fotos de Neo, Trinity y Tanque…). Era tal mi obsesión que me compré un abrigo negro hasta los pies, unas gafas semideportivas negras (al más puro estilo Neo) y una leather jacket del estilo…
El caso es que fuimos a Andorra y en el Punt de Trobada (para quién no haya estado nunca en Andorra informaré que se trata de una especie de centro comercial gigantesco para que españoles y franceses nos pongamos las botas de comprar cosas sin impuestos) mi madre me dijo que me mirara un paraguas. Creo que ella se refería a uno de esos pequeñitos para llevar en la mochila o en el bolso si es que se ponía a llover, porque ya había llegado sopa algún día desde el instituto.
El caso es que yo fui a la sección de paraguas y ahí estaba, fue un crush total, el amor a primera vista existe, y ese paraguas podía demostrarlo, era grande, individual, pero muy grande, muy arqueado, obviamente todo negro, pero lo mejor era el tejido, era como una especie de silicona negra, no era silicona pero era como una imitación de piel, en paraguas, no en el mango, sino en tooodo el paraguas, era automático, era genial.
Jamás me mojaba con ese paraguas, porque su arco hacía que aunque lloviera en horizontal por el viento, no me mojara, el aire jamás lo volteó, era demasiado duro y terso pera que eso pudiera pasar, nunca se le oxidaron las varas, ni se salieron de su sitio. Jamás se atascó el sistema de apertura. Al ser de plástico duro que no podía mojarse, el agua resbalaba por él y tardaba poquísimo en secarse. Era el concepto utópico de paraguas.
Lo mejor de todo era el sonido, cuando las gotas caían sobre él emitían un sonido que solo he escuchado con ese paraguas, era un poc-poc-poc, no sé con qué compararlo, como cuando estáis bajo un tejadillo y suenan las gotas, pero más grave, era un sonido genial, ese sonido era tan zen.
Me encantaba que lloviera porque podía sacar a mi paraguas a pasear, y eso me hacía feliz, el oír el sonido de la lluvia caer sobre él me encantaba.
Todos mis compañeros llevaban paraguas de esos plegables de cuadros y yo llevaba mi super paraguas negro y lo adoraba.
Chico odia la lluvia y yo le conté que a mí me encantaba, y cuando le expliqué sobre el paraguas, se rió todo lo que quiso y más de mí. Siempre que me veía con mi paraguas se echaba a reír, a mi no me importaba, era mi paraguas, y lo adoraba.
El año pasado, para estas fechas, un día se puso a llover muchísimo, yo cogí mi bolso gigantesco con diez mil códigos dentro, la carpeta que pesaba unos cuatro kg. y mi paraguas negro, subí al bus, bajé del bus y me dirigí a mi facultad, llegaba tarde así que iba con paso muy rápido, me fui a meter a la facultad y el paraguas no se cerró. Lo giré, lo sacudí, le hice de todo, pero no se cerró, intenté darle golpecitos mientras me empapaba y mi carpeta se deshacía y no lo pude cerrar, tenía que entrar a clase, porque era fecha de entrega de trabajos, así que fui a tirarlo a un contenedor de delante de la facultad, casi me maté intentando abrir el contenedor (recordemos que llevaba las manos ocupadas por un paraguas grandioso abierto una carpeta y un bolso que pesaba como una mula), al final, un chico me ayudó. Entré en clase chorreando agua y completamente desmoralizada.
Pasé una semana entera deprimidísima, otras le echarían la culpa a la primavera, lo mío era por mi paraguas. Cuando chico me llamó esa semana le dije – Mi paraguas se ha roto u.u-. Él me contestó completamente serio - ¿Estás bien?- y yo en plan melodramático dije – Nooo, quiero mi paraguaaaaaas-.
Nunca le hice una foto, no tengo ninguna foto en la que salga, y lo siento muchísimo, porque fue el mejor paraguas del mundo.
Me compré uno pequeñajísimo para el bolso, me parece tan patético que ni lo llevo, luego uno grande, en un verde pistacho precioso, no suena ni parecido, me mojo si llueve de lado y lo tengo desde hace menos de un año y ya se empieza a oxidar.
Mi tío me regaló un paraguas de Marilyn Monroe, es grande, es cómodo, pero me pasa lo mismo que con el verde, encima hoy se lo he visto a otra chica.
Moichi y Twindy me regalaron otro de bolso, más grande que el que yo me compré y precioso, negro con dibujos de flores psicodélicas en fucsia, es muy bonito, es bastante útil, pero no es mi paraguas.
Lo echo muchísimo de menos, y desde entonces, siempre que llueve, me acuerdo de él, y lo echo de menos, y ya no me gusta la lluvia.
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6 comentarios:
Esta historia me mata de la risa u.u
Recuerdo el día de luto por el paraguas (?)
Pienso que ahora está en un lugar mejor, en un sitio lleno de paraguas. Piensa que la Melinda Gordon de la paraguas le ha guiado hacia la luz. Piensa que quizás en el cielo ha encontrado a una paraguas que le llene la vida de felicidad y amor. Piensa que quizás tienen paragüitas que están desperdigados por el mundo ayudando a la gente para que no se mojen.
Recuerda eso, Cori u.u
We love you, Joss
Joss Whedon los hizo frikis, y ellos se juntan...
Oh, Taq, me olvidaba... eres una melodramática adorable o algo
Eeehh... Facu... Haztelo ver...
(Joss we love you Indeed ♥)
[...] la playa con mi familia el abanico se me cayó y se rompió. No monté drama ni nada, no fue como mi paraguas ni nada por el estilo, pero oye me supo mal, no obstante me olvidé de los abanicos hasta este [...]
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