Ve a la ventana más cercana. Mira al exterior durante un
minuto. Escribe sobre lo que has visto.
Veo el callejón al que da mi calle, hay dos coches aparcados, uno blanco pequeñito y uno negro, justo en frente de mí un mono-volumen gris en batería. todos en diagonal con el morro dando a un muro que se caerá en cualquier día, está lleno de desconchones y es imposible saber de qué color sería originalmente. La parte de encima del muro es un adorno de metal, separa el párking de mi bloque de pisos de una plaza privada del bloque de pisos de al lado. En el bloque de pisos de al lado, que en realidad están frente a mi ventana, sólo hay dos ventanas iluminadas, el resto de los vecinos están a oscuras, y eso que sólo son las once. En la plaza del otro bloque hay cinco árboles, uno que conserva las hojas, dos completamente desnudos, ramas y nudos, y otros dos que parecen palmeras. Dudo mucho que sean palmeras, pues parece que están vivos y en Lérida las palmeras en invierno no sobreviven ni aún con goteros de salvia caliente.
Hay un par de bancos vacíos, normal, que no son horas.
La farola que da directamente a mi ventana y que no me deja tener la persiana arriba en las noches especialmente calurosas de verano, está encendida, si apagara la luz de mi cuarto, la farola se encargaría de que pareciera que es de día.
Ahora tengo la nariz y la frente congeladas por culpa de estar con la cabeza apoyada en el cristal lleno de condensación... cómo me gusta escribir blogs.